School of Rock “toma ya el poder” de la cartelera teatral madrileña

Si estáis buscando un musical familiar perfecto, que fascine por igual a adultos y a niños, School of Rock ha llegado a Madrid para quedarse, tras cuatro años de exitazo en Broadway y en Londres, así como en otras ciudades del mundo. Es una pasada este montaje, en el que los protagonistas son tan pequeños en tamaño, como grandes en talento. Los niños tocan, bailan y cantan en directo ¡y cómo lo hacen! ¡Nos quedamos atónitos ante tanta calidad artística e interpretativa! Y esto es algo que a los peques les atrapa, el que los protagonistas sean niños, como ellos. Todo esto sumado al resto del maravilloso elenco, unos temas, de Andrew Lloyd Webber y Glenn Slater que brillan con luz propia y una escenografía dinámica e impresionante hacen que ya se pueda afirmar que School of Rock ¡toma ya el poder de la cartelera madrileña!, como reza su tema central.

Nada más acceder a la carpa en la que se representa School of Rock, en el Espacio Ibercaja Delicias, las niñas empezaron a disfrutar, posando como estrellas del rock, instrumentos en mano, en el photocall de la entrada. Bueno, las niñas y las mamás, que tampoco perdimos la ocasión de coger micro y baquetas de la batería. Cuando las niñas entraron al patio de butacas y vieron ese gran luminoso rojo con el título de la obra, ya se quedaron impresionadas. Más aún lo hicieron en la segunda escena -la que aparece el colegio-, ya que la primera comienza en la habitación del protagonista y en la calle, hablando con los componentes de su grupo de rock para ponernos en antecedentes. Dewey Finnn es un rockero al que echan de su banda justo antes de una batalla de rock. Él vive con su mejor amigo y con la pareja de éste, Ned Schneebly y Patti Di Marco, y no paga alquiler, echando mucha cara a la vida, cosa que Patty no tolera muy bien… Un día, llaman al teléfono para ofrecerle a Ned un trabajo en una escuela privada elitista. Esta llamada es contestada por Dewey, que se hace pasar por Ned y acepta el trabajo. A partir de aquí, el rockero, sin experiencia en el campo del magisterio, se presenta con su característico morro en el colegio y comienza la historia con unos niños de diez, que Finn terminará por convertir en auténticos rockeros. En el momento en el que aparece la escenografía del colegio, los pasillos y el aula, los niños abren los ojos como platos y ya no los cierran en las casi tres horas de representación, salvo en el intermedio. 

Y no es para menos porque todos los componentes del elenco atrapan la atención del espectador. No lo hemos dicho, pero esta obra se basa en una exitosa película, de 2004, que probablemente hayáis visto. ¡Y el musical engancha aún más que a película! Los niños, cada vez que tocan, bailan o cantan, son impresionantes. Unos talentos insólitos. Además, hay que señalar que, en total, son 42 niños, ya que existen tres grupos de 13, que se van alternando en las representaciones. Iván Cózar está soberbio como Dewey Finn. Emana todo ese carácter de cara dura y, a la vez, esa ternura del que empatiza con niños y ve su interior. Además, toca la guitarra y canta magistralmente. Por su parte, Marta Arteta, interpreta a Rosalie Mullins, la implacable directora que, en el fondo, anhela sacar esa joven rockera que aún lleva en el interior y ser libre. Nos encantó la interpretación de Arteta y su impresionante voz de soprano. Nacho Redondo también borda su papel de amigo inseparable de Finn y Teresa Ferrer, el Patty Di Marco, su manipuladora pareja.

Como comentamos, la escenografía es un espectáculo en sí misma, dinámica y al detalle. Igual nos encontramos en la habitación o el salón del prota, como en la casa de algunos de los alumnos o en la calle, en los pasillos y el aula del colegio o en una sala de conciertos o un pub. Todas las transiciones de las escenografías se hacen con una agilidad que hace que el espectador no acuse ningún cambio de ritmo ni parón en la historia.
Por supuesto, la música está muy presente. Los temas del mítico Andrew Lloyd Webber y de Glenn Slater son piezas geniales y pegadizas. Aún nos encontramos a las niñas tarareando por casa ese “¡Toma ya el poder!”. El mensaje que transmita la obra es muy necesario en un mundo en el que la presión para que los niños sean los mejores y la ausencia de tiempo libre de los padres para dedicárselo a ellos, es una constante. Un mensaje que es un canto a perseguir los sueños desde pequeños. El humor está también muy presente en School of Rock. Humor del bueno, del que hace reír a los niños y también a los adultos. El humor canalla de Finn y el de la inocencia de los niños.

Desde luego, tenemos claro que este musical tomará el poder de la cartelera madrileña y lo hará por mucho tiempo. ¡Larga vida al rock! ¡Y larga vida a esta Escuela de Rock que os encantará!

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