Visita a Suiza con niños

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Hace unas semanas nuestra pequeña tribu fue en busca de su tribu más grande. En Suiza, cerca a Zurich, en el pueblito de Baar, tenemos a mi hermana, quien vive allí con su marido y nuestro querido sobrino V.  Ambas familias hemos compartido tanto (¡tantísimo! que no alcanza describir esta palabra), ya bien las épocas de turbulencias, las de oscuridad y también las de gozo y felicidad. Hasta hace poco vivían en Madrid y se nota la lejanía. Aún estamos adaptándonos a la situación pero el cariño está allí reverberando muy intensamente. Por ello ha sido un viaje a los afectos.

Antes de iniciar el viaje acudimos a Atlas del mundo, un precioso libro que adquirimos recientemente en una juguetería muy bonita y acogedora llamada Tu luna de papel, que recomiendo a todos. Reconozco que me encanta el ritual de visitar una juguetería (lo mismo me pasa con las librerías), el detenerme a ver lo que ofrecen, pero en este lugar me sentí doblemente seducida porque todo lo que tienen te atrapa. Se nota que todo está seleccionado muy cuidadosamente; y especialmente con mucho mimo y cariño. El Atlas del Mundo que adquirimos nos venía preciso. Con Julia nos ubicamos en el espacio. Primero encontramos España, en Madrid dónde estábamos y hacia dónde iríamos: Suiza. Súper Ju fue viendo el recorrido que haríamos para llegar a nuestro destino, específicamente a Zurich, al norte del país, la zona alemana de Suiza. Vimos las imágenes que ilustran todas las características del país: desde Heidi hasta Guillermo Tell, pasando por el queso y el chocolate, los imprescindibles suizos con los que Julia se quedó. “Por el queso y el chocolate”, dijimos al unísono.

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Desde que llegamos a Zurich, tras dos horas de vuelo, nos percatamos que el país es muy amigable para las familias (family friendly). En el aeropuerto hay una zona especial muy bonita, destinada para los niños y la mayoría de los restaurantes tienen un área especial de ocio para los peques, entre otras facilidades. Tras arribar a Zurich tomamos el Interregio, un tren que incluye el vagón familiar con tobogán y pasarela y un pequeño barco para que los niños se entretengan. Su frecuencia es espaciada por lo que hay que saber los horarios para no tener que esperar mucho en la estación. Me imagino que habrá este servicio en otros trenes de Europa, aunque en España no conozco algo similar. Ayudan mucho tanto si se tratan de viajes largos como cortos. Los tres, mi pequeñina Oli, nuestro querido V y Súper Ju, que comandaba a la tropa, se lo pasaron en grande en la pasarela, subiendo y bajando el tobogán y jugando a ser exploradores y piratas en el barco.

DSC_2141Contemplamos desde las ventanas el paisaje bucólico, un gran prado rodeado de altas montañas, también vacas pastando y las casitas suizas típicas (de dos aguas, con balcones llenos de flores). A veces cogimos algún tren sin  vagón familiar pero los niños y mayores nos entretuvimos cantando mientras tanto, o rellenando un vistoso libro de pegatinas, como los de Melissa & Doug que hay en España, que tratamos de tener siempre a la mano durante los viajes. Espero escribir pronto un post de ideas para viajar con niños, y no desistir en el esfuerzo.

Tomamos dos días exclusivamente para disfrutar del encuentro de las familias. Nos hemos recargado, por lo menos hasta la próxima reunión. Hasta el clima lucía melancólico porque nos tocó lluvia ininterrumpida. Jugamos mucho en casa pero también salimos a explorar los efectos de la lluvia: los charcos de agua, que siempre resultan una delicia para los niños; y el hallazgo de caracoles, que mis niñas contemplaron atentísimas: las antenas,  el caparazón y su lento movimiento. Julia me dijo: “¡Mamá: Hay que llevarlos a Madrid!”.  La maravilla en las cosas sencillas.

DSC_2191BERNA

Dos ciudades conocimos en este viaje: Berna, la capital de Suiza; y la hermosa ciudad de Lucerna. En la capital del país recorrimos el casco histórico y fuimos hasta una de sus principales atracciones: el parque de los osos (Bärengraben), que  se encuentra en una amplia zona junto al río Aar. Aunque particularmente no somos muy partidarios de ver a animalitos en cautiverio los niños disfrutaron muchísimo de la visita. Los osos jugaron, se abrazaron y se bañaron delante de los niños y Súper Ju y V celebraron cada actividad. Para los habitantes de Berna los osos son parte de la historia y tradición de la ciudad.

 

DSC_2175Luego hicimos un recorrido por la calle principal de la ciudad, krangasse, y nos detuvimos en una cafetería, desde dónde divisamos nuestro siguiente destino de la visita: la vistosa juguetería Clätterbär, con juguetes muy bonitos. Abundaban los juguetes en madera y encontré muchísimas cosas de la línea Montessori (Ju asiste a un cole Montessori y yo me he sumergido en este modelo educativo) y de Waldorf, y que según me comentaron son las pedagogías que más se aplican en este país. Allí son la regla y no la excepción, como en España.

LUCERNA

Nuestra siguiente visita fue a la preciosa ciudad de Lucerna.  El lago de Lucerna es el corazón de la ciudad y discurre por cuatro cantones suizos (el país se divide en cantones). Basta asomarte a la orilla del lago y admirar la belleza de la ciudad.

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El lago se convierte en el medio de comunicación por excelencia y nosotros no perdimos la oportunidad de pasear por él. Los niños se subieron al barco (a vapor) y desde la escotilla contemplaron la ciudad que rodea al lago y los alpes envolviendo la ciudad y envolviéndonos también. Los veía disfrutando, uno junto al otro. En sus caritas se notaba la alegría de montar en un barco, de ver las olas que formaban el paso del barco o de estar juntos, felices, en una complicidad poderosa. Me ponía a pensar si permanecería este recuerdo en su memoria, la sensación de felicidad que en el futuro al ser rememorada los haría sonreír. Ésta u otras situaciones de nuestra vida diaria. Qué bonito poder regalar a mis hijas experiencias, pensaba.

 

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 De esta reflexión me sacó de improviso el arribo al embarcadero (Verkehrshaus-Lido) que correspondía al lugar al que íbamos: el Museo Suizo del Transporte, el más importante de Europa en esta temática. Se trata de una mega superficie de 20 mil metros cuadrados, en el cual se retrata la historia y desarrollo de los medios de transportes en tierra, agua y aire, e inclusive el espacio. ¿Y la forma? A través de la exposición de objetos, los propios medios de transporte, simuladores, entre otros muchísimos elementos que los niños y los adultos podemos tocar y experimentar. Viajar en una locomotora, subirnos en un avión o simular caída libre en un paracaídas o estar en una estación espacial, entre muchísimas otras actividades muy molonas.

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La parte más chula para los niños creo que fue la dedicadas a obras y construcción. Tenían palas y carretillas para que ellos pudieran cargar y transportar piedras. Además había tractores a escala de los niños. En esta parte nos pasamos gran parte de la visita. La entrada al Museo no es barata: 25 francos (el franco es la moneda en Suiza), pero sólo pagan los adultos porque los niños hasta 6 años no. Además incluyen parte del transporte por la ciudad, el paseo en el barco, el autobús y el tren a precio reducido. Puedes complementar el recorrido por el Museo con una visita al Planetario o el Swiss Chocolate, por ejemplo.

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Nuestro siguiente punto fue conocer un poquito la ciudad. Recorrimos el centro histórico, con callecitas estrechas y hermosas plazuelas. Destaca las llamativas decoraciones de las fachadas de las casas, que retratan los oficios de sus propietarios, artistas, armeros, etc. Completamos el recorrido con el paseo al León Moribundo, la más famosa escultura enSuiza esculpida en roca. Visitamos parte de la muralla que rodea la ciudad y el puente de madera, Kapellbrücke, que ya habíamos situado en Atlas del mundo. Un puente que contiene pinturas de diferentes episodios de la historia del país. Súper Ju se quedó con mucho de las imágenes. El paseo terminó avistando los vistosos cisnes que permanecen junto al puente.

Con esa tranquilidad de ver a los cisnes concluimos nuestra breve visita a Suiza. Igual seguía dándole vueltas a que esta visita había sido una de búsqueda de los afectos. Ese cariño imperecedero, inabarcable, el de la familia. Pensaba en el encuentro con mi hermana y en el de los primos pequeños. Cuántas sonrisas, experiencias, anécdotas y complicidades nacieron, y nacerán, y que cimentarán su vínculo para toda la vida.

Redacción de Sheilla Díaz Frisancho
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